Los origenes del Centro Galego de Barcelona se remontan a 1892, pero no esen el año 1923, cuando un grupo de activos paisanos deciden dar forma legal a la entidade. Junto a León Rodríguez, presidente, y Ameixeiras Sotelo, secretario, fueron también socios fundadores Manuel Carballo, Silvestre Mosquera y otros.

De Carrer Ataülf, donde tuvo su primera sede, el CGB pasó de inemdiato a un nuevo local en la Baixada de Cervantes, y luego, a medida que fue creciendo -muy deprisa-, se trasladó, primero a la Rambla (instalándose en los altos del conocido estableciemento “La Buena Sombra”), y, posteriormente, al número 8 del Carrer de Clarís.

La razón de tales traslados radica en el hecho de que desde el principio se buscó la financiación y la actividad de la institución se centró en el juego -por influencia de uno de los promotores , el señor Buxó, dueño del establecimiento “Eden Concert” y muy interesado en la faceta comercial de esta fórmula recreativa-, el progresivo éxito que alcanzó fue obligando a sucesivas ampliaciones. La última de las citadas sedes era, por lo que parece, tanto por el lujo del mobiliario e instalaciones como por la variedad y modernidad de los servicios a disposición de los socios, un casino de la máxima categoría realmente soberbio.

Pero, en un momento determinado, el juego está terminantemente prohibido, y todo se viene abajo. La principal línea de actividad en el CGB y su única fuente de ingresos desaparecen, y la consiguiente quiebra económica amenaza incluso la existencia de la entidad. Después de un llamamiento general a la solidaridad, y debidamente informados los socios, se crea una gestora con el único objetivo de encontrar salida a la situación, y finalmente el presidente, Enrique Veira Varela, consigue el dineiro necesario para liquidar la deuda acumulada.

Pasa entonces el CGB a un local alquilado en la entrada de la Plaça Reial, y comienza así una nueva era, en la cual sería la política el eje de la actuación social, y también la causa primordial de su siguiente y profundísima crisis.

Sucedió que fue nombrado presidente José Juncal Verdella, abogado y director de la Escuela de Magisterio, y emparentado con Alejandro Lerroux, fundador y presidente del Partido Republicano Radical. E inmediatamente la entidad se metió de lleno en la política radical, hasta el punto de acabar actuando en cierto sentido como un apéndice de aquel partido. La dimisión obligada del director de la revista del CGB, Galicia en Cataluña, Lois Suárez, por causa de su negativa a publicar un polémico artículo del señor Juncal, sacó a la luz la crisis ya latente. El creciente descontento de buen número de socios con la línea de actividad política adoptada no consiguió que ésta fuese corregida y agotadas todas las posibilidades de alcanzar el deseado cambio mediante un acuerdo mayoritario en una tempestuosa asemblea general surgió la escisión. Suárez, seguido por máis de la mitad de los asistentes a la asemblea, abandonó el CGB y en seguida este grupo fundaba el Centro Cultural Gallego.

La guerra civil acabó con ambas entidades, el CGB y el CCG, que hasta ese momento mantuvieron una total separación y realizaron actividades de carácter muy diferente.

Ya finalizada la contienda, un montón de gallegos inquietos, entre ellos Augusto Casas, Fernando Neira, Santiago Guisán y otros, crearon la sociedad denominada Casa de Galicia. Con formulaciones bien distintas a las de la época anterior, esta entidad comenzó a trabajar en una línea de integración y reagrupamiento y así llegó el día en que, ya reunidas varias peñas, e incrementado el número de socios particulares, una nueva Xunta (que se ganó el título de Xunta Exemplar, y todos sus integrantes fueron nombrados socios de mérito) tomó el acuerdo de cambiar el nombre de Casa de Galicia por el clásico de Centro Gallego de Barcelona.

A pesar de las penurias y las dificultades de aquellos tiempos de posguerra, los esforzados promotores de la nueva empresa (Neira Martínez, Guisán Pardo, Casas, Eyré Fernández, Suárez, Villarino, etc.), verdaderos pioneros y artífices del actual CGB, llevaron a cabo una labor espléndida, una labor bien orientada y de enorme efectividad. Tenían las cosas claras y sabían bien que la actividade de la asociación no podía reducirse en exclusiva al juego, a la política o a la simple diversión, como había pasado en épocas anteriores, sino que, para cumplir su auténtica misión, el CGB debía trabajar, con espíritu fraternal y solidario y la mirada siempre puesta en Galicia, en un terreno estrictamente cultural y social.

De modo que en el 1948, con su sede social en el edificio de las Ramblas donde hoy sigue ubicado, nació mediante la fusión de distintos grupos y peñas (la Casa de Galicia y la Sociedad Artística como más importantes) el renovado Centro Gallego de Barcelona, con Santiago Guisán Pardo como presidente y ocupando la vicepresidencia primera Fernando Neira (quien, como presidente accidental, firmó los Estatutos, redactados por el secretario, Ánxel López Cid, y por él mismo). A continuación se hizo cargo de la presidencia Francisco Eyré Fernández; su mandato coincidiría con la masiva llegada a la Ciudad Condal de nuevos emigrantes gallegos, que acrecentaron notablemente el número de socios y actividades.

Hechos destacables de esta primera andadura de la nueva entidad, que ante todo hay que cualificar como de consolidación, fueron entre otros los Juegos Florales Gallegos celebrados en mayo de 1950 en el Teatro Poliorama, con la participación de preeminentes figuras de nuestra cultura, y la aparición del primer número de la revista Alborada.

Al señor Eyré lo sucedió en 1954 al frente del CGB Manuel Casado Nieto, ilustre hombre de las letras gallegas que supo conminar y atender perfectamente sus obligaciones como fiscal de la Audiencia de Barcelona, sus trabajos literarios y la presidencia de la entidade a lo largo de diecisiete años, en un prolongado mandato que dejó huella por su buen hacer y su rigurosa impronta cultural; cabe salientar que fue en este período cuando el CGB no sólo se afianzó plenamente sino que alcanzó sus más altas cotas de vitalidad y prestigio. Porque hay que decir que a los primeiros prohombres de esta segunda era de la institución en seguida se sumaron, junto a Casado Nieto otros entusiastas paisanos como Federico Gobartt, Francisco Dapena, Basilio Losada Castro, etc., que, dedicándose a fondo al engrandecimiento del CGB, hicieron posible que éste alcanzara una categoría digna de la representación de Galicia y de los gallegos residentes en esta ciudad .

Durante el mandato de Casado Nieto, se llevó a cabo una extraordinaria labor en la biblioteca de la entidad, ampliándose cuantitativa y cualitativamente su fondo hasta unos niveles equiparables a los de las más importantes bibliotecas de temática gallega existentes en el mundo. A ese meritísimo trabajo de enriquecimiento contribuyó en gran medida el profesor Losada Castro, gran colaborador y animador de la vida cultural del CGB tanto en aquellos años como en la actualidad.

Con la sociedad en pleno auge, prestigiada y prestigiosa, fuerte en todos los aspectos, tomó ya al principio de la década de los setenta el relevo en la presidencia Francisco Dapena Alfonsín, quien, en su condición de hombre técnico y de empresa intentó dotar al CGB de una más adecuada y moderna sede social. Fue este un interesante y ambicioso proyecto que, desgraciadamente no pudo chegar a materializarse. De cualquier modo, caracterizáronse los cinco años de mandato de Dapena Alfonsín por los múltiples alicientes ofrecidos a la juventud en diversos ámbitos. Se celebraron festejos populares a nivel ciudadano, con la presencia de cuadros folclóricos y masas corales venidas de Galicia. Y se promocionó nuestra gastronomía y nuestra cultura popular más propia.

Durante el período de presidencia del señor Dapena renació, con otro formato y outro contenido, la mencionada revista Alborada, bajo la supervisión del eficiente vicepresidente José Luis Vázquez Sotelo, quien posteriormente sustituiría a Dapena Alfonsín al frente del CGB.

Coincidió la presidencia de Vázquez Sotelo con la conocida época de cambios transcendentales en el sistema sociopolítico español, y la vida de la entidad no dejó de verse fuertemente afectada por las inquietudes y acontecimientos de aquellos días. Los socios más que nunca intentaron que su gobierno fuese plural, los medios de comunicación se hicieron eco del sentir de los socios y llegaron los conflictos por no decir las cosas al gusto de todos.

El hecho más notable para la vida del CGB en aquellos convulsos años fue el triste suceso del incendio provocado en octubre de 1978 por unos desaprensivos delincuentes y que destruyó varias dependencias poniendo en peligro incluso la existencia de la sociedad. Todo lo que destruyó el fuego era importante pero sobre todo, la biblioteca, que se vio directamente afectada, y que, por el extraordinario valor de sus obras, algunas únicas, era -como ya hemos dicho- una de las más completas en su género.

Gracias al enorme esfuerzo realizado por el señor Vázquez Sotelo en su función de presidente, recabando ayuda de la propiedade del local para reconstruir los espacios quemados y recurriendo a las más diversas instituciones para lograr su colaboración en la restauración del mobiliario e instalaciones, fue posible poner en marcha una nueva biblioteca y, tras las oportunas obras, llevar a cabo la renovación total de todas las dependencias, que de este modo ofrecen hoy mejor aspecto que en la etapa anterior.

Sucedióu en la presidencia a Vázquez Sotelo, a comienzos de 1979, Daniel Pérez Guerra, que aprovechó las últimas reformas efectuadas en la sede social en busca de una actuación general de la vida y actividades del CGB [...]

En: Olegario Sotelo Blanco. 88 gallegos. Una tierra a través de sus gentes, t. II. Barcelona: Sotelo Blanco, 1983, págs. 45-48